La muerte inesperada de la bella Marsa ha desquiciado al pobre marqués de Sotoancho. Aunque es verdad que hacía un año que no se veían, era su mujer y, como dice él mismo, «he sentido por ella más que por ninguna otra». No logra quitársela de la cabeza mientras hace los trámites para que traigan sus restos desde Colombia. Ni siquiera la idea de ver a su amante, Manuela —supuesta princesa austríaca—, le mejora el humor.
Está claro que el marqués necesita un cambio de aires. ¿Y qué hay mejor que un safari en África? Ahí no cabe duda de que los aires son, cuando menos, diferentes.
Ni corto ni perezoso y con la ayuda de todo el personal de su finca, La Jaralera, Sotoancho se prepara para lo que será el viaje de su vida. Después de pisar tierras africanas, conocer a sus gentes de piel color ébano y matar a unos cuantos animalillos, nada en su vida volverá a ser igual.