Imagínese una empresa en la que no hay secretarias, ni tabiques que separan una oficina de la otra, ni horarios. Una empresa en la que los directivos no están obligados a llevar corbata y se sienten muy satisfechos porque ellos mismos fijan su propio salario, aunque, por otro lado, suelen contestar al teléfono y enviar sus propios faxes. Unos directivos a los que no les importa que sus subordinados les pongan calificaciones cada mes de forma pública. Unos empleados que también se sienten muy satisfechos, porque participan en un 22% de los beneficios de la empresa y pueden revisar la contabilidad y votar en todas las decisiones importantes.
¿Suena imposible? Pues bien, hace más de quince años que una empresa brasileña dedicada a la fabricación de bienes de equipo funciona precisamente en estas condiciones. SEMCO, que ocupaba el puesto 56 en el ránking empresarial de su país, ha ascendido hasta el número 4, y lo ha hecho durante una crisis económica inimaginable.
En Radical, Ricardo Semler, un empresario de 37 años que se ha mostrado capaz de obrar milagros en la práctica, demuestra con detalle que la clave del éxito consiste en tratar a los trabajadores como seres humanos adultos. No es de extrañar que haya dos mil personas en la lista de espera para obtener empleo en SEMCO.