“Leemos en el Timeo de Platón que el tiempo es una imagen móvil de la eternidad, y ello es apenas un acorde que a ninguno distrae de la convicción de que la eternidad es una imagen hecha con sustancias de tiempo”, escribe Borges al principio de la Historia de la eternidad, que propone una lúcida indagación en la cuestión del tiempo y su reverso, la eternidad.
Desde la concepción alejandrina, de raíz platónica, contrapuesta a la cristiana de San Agustín, hasta una reformulación irónica de la teoría del eterno retorno de Nietzsche, Borges se interroga acerca del enigma del tiempo con su brillantez característica, porque, como escribe, “es raro que yo pueda saber lo que pasó en Ur de los caldeos, hace ya tantos siglos, y no lo que pasará en esta casa dentro de unos minutos, digamos, un llamada de teléfono.”