Es la obra cumbre de Francisco Umbral. Su autor la define como memoria simultánea y el mundo de la literatura la considera una de las obras maestras del siglo XX.
Umbral apresa entre palabras la alegría de un niño, de un hijo, y el dolor de su pérdida, en el que sólo se puede vivir. Su belleza no impide sentir un escalofrío cuando la felicidad se le escapa a uno entre los dedos al pasar la página. Una obra inmortal.