El día en que se celebra el banquete de jubilación de don Gumersindo, llegan a Murania viejos alumnos, se preparan discursos y las autoridades locales deciden dedicarle un libro homenaje. Durante su elaboración, el narrador, compañero de instituto, descubre que el profesor de latín, excéntrico y erudito, cáustico y sin embargo paladín de la cultura clásica y del trato benévolo con los alumnos, ha dejado escritos 237 folios autobiográficos. El espíritu áspero quiere ser la memoria de ese singularísimo personaje, y de todas sus circunstancias. Fiel a los recuerdos manuscritos, el narrador relata, por una parte, su infancia rural, su formación en un internado con los padres hervacianos o sus experiencias como profesor inexperto y luego venerable, pero, por otra, además de incorporar anécdotas legendarias que cuentan los alumnos o conversaciones de tertulia, incluye brillantes escarceos literarios, repletos de hallazgos verbales, acordes con el uso lúdico y humorístico de la lengua –rimas y palíndromos, apodos y paranomasias– que el profesor ha practicado a lo largo de su vida.