El escultor Ramón Vidal desaparece en dos ocasiones de la vida de Márgara, su mujer. La primera vez en Barcelona, en el año 1934. La segunda en Centroamérica, donde Márgara se traslada para reencontrarse con su marido. El dolor es tan intenso y serán tantas las lágrimas que derrame, que los indígenas comenzarán a llamarla «la mujer de agua», nombre con el que se cierra su historia y con el que su figura empezará a formar parte de las leyendas locales.