Vitula es una región del norte de Suecia, una zona alejada de todo y que ha sufrido numerosos ataques e invasiones. La acción de la novela se sitúa a comienzos de los años 60, cuando su protagonista y narrador tiene cinco años. Los primeros pasos fuera del refugio familiar, el primer día de escuela, el primer amigo..., coinciden con los primeros pasos hacia el progreso de la primera generación de adultos suecos relativamente prósperos. Incluso a esa legión fría y de identidad y reconocimiento nacional dudosos, llegan los primeros síntomas de riqueza, las primeras comodidades, las primeras libertades, los años 60. En un tono íntimo y discretamente emotivo, el autor ya adulto, recuerda cómo fueron esos años. Como en tantos otros lugares de Europa y del mundo occidental, los años sesenta están ligados a la revolución cultural del rock and roll. Para el protagonista esa época no puede desligarse del primer amigo, un muchachito tímido llamado Nila, hijo de familia numerosa, en un hogar gobernado por un padre alcohólico, fanático, miembro de una de esas sectas derivadas del protestantismo que considera pecado cualquier mínima distracción del espíritu. En casa de Nila nadie habla, y es ese mutismo, lo que unirá a ambos muchachos. A través de una serie de anécdotas conocemos a la familia, el colegio, el pueblo, las costumbres del protagonista y sus vecinos y vemos como poco a poco el hielo de las tradiciones hasta el momento incontestables se va rompiendo con la llegada de la civilización, las carreteras y, el rock and roll. Tras varios intentos más o menos afortunados, el protagonista, Nila y un par de muchachitos más, forman un grupo de música “moderna” y consiguen que el profesor de música de la escuela les contrate para varias actuaciones en colegios y fiestas populares. Ese “triunfo rockero” será la culminación de los años de iniciación, años de tránsito hacia la madurez.