El 8 de agosto de 1945 el filósofo español José Ortega y Gasset cruza la frontera entre Portugal y España en dirección a Zumaya. Cuenta en ese momento sesenta y dos años, tiene un sólido entramado de «ideas y creencias» a sus espaldas y una polémica y ambigua relación tanto con la fenecida República como con la dictadura franquista. Ahora bien, ¿qué Ortega es el que vuelve?, ¿aspira aún a ser el maestro de la juventud española?, y sobre todo: ¿qué recelos mutuos van a darse entre Ortega y el franquismo? El caso es que, a más de cien años del nacimiento del filósofo, no existe aún una biografía suya y que poco o nada sabemos de la situación cultural e intelectual española de la primera posguerra.
Gregorio Morán ha dedicado ocho años a investigar ese periodo en archivos, correspondencias y documentos memorialísticos con el objeto de desbrozar y clarificar el triste erial, marcado por las luchas entre nacionalcatólicos y falangistas, la mojigatería religiosa y las ínfulas imperiales de la dictadura, el amor a la tradición y el desprecio a la cultura, en el que se perfila, con sus luces y también sus sombras, la figura densa y compleja del autor de La rebelión de las masas.
En palabras del propio Morán, «Ortega y Gasset es quizás uno de los pensadores más castigados por los tópicos de la historia de la filosofía. Tópicos que él ayudaría a consolidar y que crearían a su alrededor un halo de hombre frívolo, brillante y vacuo, cuando en realidad todos los que lo han conocido lo recuerdan como el profesor de filosofía más agudo e inteligente (…), pedagogo concienzudo que preparaba sus clases con sistemático rigor y cuya curiosidad intelectual no tuvo parangón en la España de los años veinte».